Cinco cosas que me enseñó Londres

Londres vivida día a día no es como visitarla con ese único y maravilloso motivo: admirarla. Es una ciudad plana y sin embargo te mueve arriba y abajo como una montaña rusa mientras que, a la vez, te deja quieta y paralizada entre tanta gente y sus respectivas vidas y ambiciones. Londres no entiende de horarios ni de quietud (salvo los 25 de diciembre), te lleva por delante y te pide vivir y crecer. Or you're out. 

En estos dos años tuve la suerte de más o menos seguirle el ritmo, y me enseñó todo esto: 

1. Cada uno se dedica a lo suyo. No es nada personal que la ciudad me haga sentirme sola. Como yo, hay otro montón de gente que está así y que no sabe qué hacer para encontrarse. No es personal. No te preocupes. No refleja cuanto vales como persona. (Por cierto: mucho. vales mucho). 

2. Todo es fugaz y no hay tiempo. Los pocos ratos que te quedan libres después de trabajar son extremadamente valiosos y nadie quiere desperdiciarlos haciendo cosas que no le gustan o le gustan pero no le encantan. Siempre pensé que las grandes decisiones de la vida eran las más importantes, y, sí puede ser, pero la energía que invertimos en decidir qué hacer con nuestro tiempo libre es definitoria. Tenemos libertad y la disfrutamos y sufrimos cada vez que decidimos qué hacer. No se puede dejar lo que pase y hagas en tus ratos libres al azar o a la merced de otras personas que no nos van ni nos vienen demasiado. Hay que tomar las riendas e involucrarse. Hacer una criba y elegir qué es lo que realmente queremos hacer con nuestro tiempo. 

3. Si todo es fugaz, nada es para siempre. Enamórate de cada etapa en esta ciudad (trabajo, amigos, amores... incluso tiendas) sabiendo que es muy probable que desaparezcan de tu vida en algún momento no muy lejano. Echar raíces es difícil y levantarlas y marcharse es inmensamente fácil. En Londres, lo que hace que alguien deje de estar en tu vida no es la muerte ni la ruina. La inercia que hace que todo siga igual no existe. Se toman decisiones y se actúa de acuerdo a ellas y se hace y se piensa rápido y mucha gente tiene planes para irse porque, seamos realistas: la desconexión emocional es dura.

4. Aunque la desconexión y la falta de pertenencia es dura, hay quinientos millones de oportunidades para hacer todo lo que te propongas (salvo vivir en un apartamento de este siglo que no te cueste los dos ojos de la cara). El talento y el esfuerzo dan frutos tarde o temprano. Hay potencial en mí misma y en prácticamente todo lo que nos rodea.  

5. No te queda más remedio que crecer y mejorar, porque, al fin y al cabo, todo lo que te rodea está en constante cambio. No es posible quedarse atrás durante demasiado tiempo. Puede ser que tardemos en darnos cuenta o en entender que las cosas cambian, en ponernos al día y ver que se espera más de nosotros (o que se empiezan a esperar cosas diferentes). Todo nos empuja a crecer con nuestro alrededor y si no lo hacemos lo más probable es que nos tambaleemos y nos caigamos. Hay que encontrar el equilibrio entre seguir siendo nosotros mismos y soltarnos para dejarnos crecer. La conciencia de uno mismo es absolutamente necesaria en un lugar donde podríamos terminar muy perdidos si nos dejamos llevar por los cambios que suceden a nuestro alrededor sin intervenir en el presente y en el futuro con nuestras decisiones, y, en última instancia, imponiendo nuestras pequeñas voluntades a lo largo del camino. Si el trabajo te pide crecer, hay que crecer. 

Y esto es lo más importante que aprendí en estos dos años y medio. Espero que Londres siga enseñádome y haciéndome crecer. Es una de las cosas que le puedo agradecer a esta ciudad. 


P.D.: Si alguien se ve reflejado en alguna de estas cosas que aprendí, me encantaría oírlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario